lunes, 9 de noviembre de 2009

Jamás entenderé el destino.

La puerta se cerró cuando mi padre salió de la habitación, se encontraba desanimado tras ver a su hija derramando unas lágrimas sinceras que demostraban que aún era una cría. El no querer darle una explicación se había quedado atrás, el sabía de sobra lo que ocurría y el también lamentaba el suceso. El hecho de perder a alguien más no me suponía gran pesar, pero... Pensar que era una persona importante me comió por dentro, dejando mi ser repleto de dudas. Busqué en el ordenador todo lo relacionado con el y estaba hasta rebozar, desde conversaciones hasta fotos de sus cambios, todo eran recuerdos, todo causaba una especie de dolor infernal en mi interior.
No quería salir de la habitación, el mundo para mi era cruel en esos instantes, la música que sonaba en el reproductor, que llevaba encendido desde antes de recibir la llamada telefónica, me era indiferente.
En ese momento recordé que hacia un año y cuatro meses de un día muy decisivo en nuestras vidas y que el... No estaba para vivirlo, aunque sabía que dentro de poco vivirían juntos algún día mejor, aunque ahora no esté. Porque sé que el aguantará esto por mí.
El jamás se despidió de mí, así que no tiene motivos para marcharse.

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